Pentecostés, la perspektiva de la nueva comunidad 

Margarete van den Brink  

Traducido por Karina Zegers de Beijl

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Cuarent a días después de la muerte de Jesucristo y diez días después de Su asención, están reunidos en la casa de los Esenios en Jerusalem, los discípulos y varias mujeres, entre ellas María. Están orando y aguardando los acontecimientos que el mismo había anunciado antes de su partida:

“Me voy y volveré a vosotros” (San Juan, 14:28).

Les hizo saber que después de la asención volvería a ellos de una forma distinta a como estaban acostumbrados a verle.

El descenso del Espíritu Santo

Y ocurre ese día que posteriormente sería llamado el domingo de Pentecostés, desciende de las alturas, un viento muy fuerte que irrumpe en la estancia en dónde se encuentran. La Biblia describe este acontecimiento así:

“De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; y todos se llenaron del Espíritu Santo...” (Hechos de los Apóstoles 2:1)

Al mismo tiempo que las lenguas de fuego se posan sobre las cabezas de todos los presentes, el Espiritu Santo, procedente del Cristo, el Logos Solar, desciende sobre ellos. Con un gran estremecimiento, tocados en lo más profundo sintieron en su interior a Aquel que pensaban haber perdido. En ese momento, percibiendo que el Resucitado vive dentro de cada uno, comprenden que siempre le acompañará.

¿Qué había pasado?

Durante los acontecimientos del Viernes Santo, Pascua y luego, Ascensión, Cristo, el Supremo ser Solar, se ha unió – a través de la capa de lo físico y lo etérico - con los hombres y con la tierra. Pero ahora, para que los hombres fueran capaces de encontrar la verdad ellos mismos, y así llegar a ser libres, era necesario que el Espíritu se conectara de otra manera, de una manera más libre, con las almas, con los corazones y con los yo-es de los hombres.

Esto fue la condición necesaria para que los seres humanos tuvieran la capacidad de percibir de una manera personal la fuerza del Cristo en su interior, su alma, y así poder decir “Cristo en mi”, y reunir su ser más profundo con lo divino.

El Espíritu de la Verdad y del Amor

Para que esto fuera posible, el Cristo envió al Espíritu Santo que, también, es el Espíritu de la Verdad y del Amor. Y que, al mismo tiempo, es el Yo Superior del hombre.

Antes, como consecuencia de la profunda encarnación del ser humano en el mundo de la materia, las fuerzas oscuras habían contaminado la conexión entre su yo y su yo superior. A causa de esto existía un gran riesgo de perder la conexión con el mundo espiritual.

Por la mañana de Pentecostés, vemos como el Espíritu Santo se introduce de una manera totalmente nueva – a través del viento y las lenguas de fuego - en el interior de los presentes. Esto da lugar a una conexión nueva del Espíritu con sus yo-es. Y así, con toda la humanidad.

La encarnación del Espíritu lleva a cabo en los discípulos un tremendo proceso de despertar espiritual: no solo se hacen consciente de muchas cosas, sino también sienten cómo, interiormente, se liberan de viejas ataduras. Se puede observar este proceso de liberación paso a paso, observando todo lo que transcurre durante Pentecostés.

Liberación gradual

Con la aparición del viento todo se pone en movimiento. Las almas despiertan. El despertar comienza con la liberación en la cabeza, con la liberación del intelecto, teniendo lugar el pensar consciente. El Espíritu de la Verdad trabaja en ellos y les da el entendimiento de las verdades más profundas de la existencia. Este es el momento en que alcanzan la capacidad de entender de verdad todo aquello que el Cristo les ha contando durante los tres años anteriores. Se sienten despertando de un sueño profundo.

Seguidamente ocurre el milagro de las lenguas, en la zona de la garganta: la liberación de la palabra. Ahora obtienen la capacidad no solo de pensar aquello que vive dentro de ellos como una profunda verdad, sino también de verbalizarlo.
Los discípulos descubren que hablan a los seguidores que se han unido delante de la casa, en su propio idioma.

Después del viento aparecen las lenguas de fuego que curan y liberan su corazón y su sangre. A través del corazón y la sangre, o sea, por medio del calor, la fuerza del Espíritu va entrando cada vez más en su alma. Además de las fuerzas de sabiduría, ahora se despiertan en ellos también las fuerzas del Amor.

Estas les permiten a los discípulos - que luego serán los apóstoles - no solo proclamar la palabra de Dios y de explicarla, pero también unirse de una forma amorosa y comprensiva con los hombres y – cuando fuera necesario - sanarles a través de la imposición de las manos.

Lo anterior hace visible de forma impresionante como el espíritu de Cristo ha encarnado (bajado) paso a paso (cabeza, garganta, corazón y sangre) en el interior de los discípulos para poder, a través de ellos y de sus manos, trabajar en el mundo.

Transformación Interior

La tradición esotérica cristiana cuenta que los discípulos viven este despertar interior como algo que desde el cosmos ha descendido en ellos y que podría ser descrito cómo “la sustancia del amor incondicional”.

Este espíritu del amor cósmico incondicional despierta en ellos a su ser superior.


Es por eso que parecen haber cambiado su forma de ser, y transformado su alma vieja en una nueva. Es cómo si hubieron perdido todo egoísmo y recibido, en su lugar, un corazón infinitamente grande y espacioso, una enorme tolerancia y un profundo entendimiento para todo aspecto humano.

También han ganado la capacidad de hablar de tal manera que todos los presentes les entienden. Las personas tienen la impresión que eran capaces de ver en el corazón y el alma.

Gracias a este cambio son capaces de aconsejar a los hombres, de consolarles y de decirles aquello que cada hombre o mujer necesita escuchar en ese mismo instante. 1)

Fue gracias a su karma especial que los discípulos recibieron esta conexión con el espíritu de Cristo, y la posibilidad que Él pudo trabajar a través de ellos. Nosotros, los “seres humanos normales” sin embargo, tenemos que desarrollar esa fuerza Crística concientemente, trabajando paso a paso nuestro interior. Esto es, pues, un proceso muy lento y gradual.

El hecho de tener esa oportunidad – la oportunidad de seguir este camino de desarrollo personal - es gracias al hecho que, desde Pentecostés, vive en nosotros el Espíritu de la Verdad y del Amor.

Pentecostés, como acontecimiento en el cual el Espíritu de Cristo - el Espíritu Santo - desciende en nosotros, tiene dos importantes consecuencias para la humanidad.

La celebración del Yo Espiritual

La primera consecuencia es que nació una nueva unión entre nuestro yo - él núcleo de nuestra personalidad - y nuestro yo superior o yo espiritual que forma parte del Espíritu Santo o Espíritu Crístico.

Esto hace posible desarrollar en el alma una cualidad por la cual podemos superar nuestro ego – la parte de nuestro yo que solo está en función de lo personal - y crear espacio para lo más elevado de nuestro ser.

Porque es gracias al Yo espiritual que tenemos la capacidad de distanciarnos de nosotros mismos y de la relación que tenemos con otras personas, que podemos ampliar nuestra compresión, al mismo tiempo que podemos aceptar y comprobar la Verdad y nuestra la capacidad de cambiar.

De esta manera podemos crecer de manera personal y espiritual. Esto, a su vez, nos hace cada vez más libres y aumenta la posibilidad de que crezca la fuerza del Espíritu dentro de nosotros.

Cada vez que damos un paso interior trabaja en nosotros, desde los acontecimientos de Pentecostés, el espíritu transformador de Cristo. Y así se va despertando en nuestro interior, cada vez un poco más nuestro Yo Superior.


Otro nombre para Pentecostés sería, pues, la celebración del nacimiento del yo superior o del yo espiritual en los hombres.

La celebración de la nueva comunidad

Pentecostés también es la fiesta de la comunidad. Es un misterio, que los hechos de Pentecostés solamente pudieron ocurrir porque se reunieron un determinado grupo de personas. Un grupo de personas que se aman y que entre todos sufren el dolor por la muerte de Aquel al que más amaban.

Se puede decir que el alma de uno vive en el alma del otro, compartiendo las penas del otro. Los miembros de este grupo comparten cosas, rezan juntos y se sienten muy unidos por todo que ha pasado.

Gracias al hecho de este unión entre ellos, el Espíritu Santo puede bajar y encarnar en sus almas. Y, a través de ellos, en las almas de toda la humanidad.

Pentecostés tiene que ver con la unión entre los seres humanos. Porque, gracias al hecho que, a partir de este momento, el espíritu Crístico vive en cada uno de los hombres, tenemos la posibilidad de conectarnos de una forma nueva y libre lo que hasta ese momento era impensable.

Antes de que viniera Cristo a la tierra, los seres humanos solamente se sentían unidos a los seres de la familia consanguínea. Después de Pentecostés existe la posibilidad de entendimiento y acercamiento también entre aquellos que no son familia con lazos de sangre, aquellos que son, digamos, extraños.

A través del espíritu de Cristo que vive en ellos, existe la posibilidad de conexión de una manera mucho más personal y mucho más profunda que antes solo se entre los miembros de una familia.

Conectar con el otro y liberar el otro

Gracias al hecho de que el espíritu de la Verdad y del Amor trabaja en nos seres humanos, tenemos la posibilidad de conectar con el otro a través de mostrar verdadero interés y a través de la escucha.

De esta manera, el otro puede enseñar su autentico ser. La escucha libre y profunda promueve que el otro entra en acción interior con lo cual también se activa su Yo superior. Esto tiene como resultado una ordenación y un desarrollo de los pensamientos y que las cosas se clarifican: la persona encuentra la verdad. “Sí, así es. Esto es la verdad”.

Este entendimiento le ofrece la posibilidad de ganar una seguridad interior, y la certeza en cuanto a las cosas/tareas que tiene que realizar. Esto da una calma y tranquilidad interior y una sensación de armonía; el resultado de un contacto interior con el espíritu de la Verdad y del Amor.
Al mismo tiempo se percibe una sensación de alivio, de liberación. Es como si uno se haya librado de un peso.


Este tipo de contacto entre dos seres humanos es posible gracias al hecho que en Pentecostés, Cristo, el supremo Ser Solar, mandó a la humanidad al Espíritu de la Verdad y del Amor; el espíritu que, según Su promesa, les daría libertad a los seres humanos. (Evangelio San Juan 8:31. «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.»)

Nuevas Perspectivas

Con la capacidad de llegar, desde la libertad, a la comprensión del otro, hasta incluso poder liberar al otro, el Espíritu de Pentecostés ha realizado una situación entre los seres humanos que es totalmente nueva. Una situación que abre perspectivas y horizontes sin precedentes hacia una nueva forma de relacionarse entre los seres humanos.

Porque, a pesar de las muchas diferencias en cuanto a religión, raza, ascendencia, trasfondo o lo que sea, a partir de Gólgota, Ascensión y Pentecostés, vive en cada ser humano el Espíritu de la Verdad y del Amor. Y esto significa que, gracias a este Espíritu, todos los hombres están unidos entre si en lo más profundo de sus almas, y que cada uno tiene la posibilidad de conectar con el otro y de comprenderle, a pesar de las diferencias aparentes.

Y es por esto que Pentecostés, aparte de ser la fiesta o la celebración del Yo Espiritual, también es la fiesta de la nueva comunidad entre los seres humanos.

  1. Rudolf Steiner, El quinto Evangelio, conferencia 2–10-1913.

 

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